El poder de la sensibilidad
Si es cierto que, como decía Baudelaire, el arte no se explica, se siente, entonces no cabe dudas de que Julia Farjat es una verdadera artista: su obra tiene la rara capacidad de lograr conmover al que la observa, más allá de que cada pieza pueda tener tantas lecturas como espectadores. Es una obra poderosa. Tiene una fortaleza interna, potente, que nace de sus propios sentimientos y sensaciones.
Parte de un profundo respeto por el arte, por la escultura, por los materiales con los cuales trabaja. El mismo respeto con el que habla de sus maestros: Tavella, Balietti y Agosta, de cada uno de los cuales, toma algo distinto. Todo puesto al servicio de la expresión, de la comunicación. Se ha dicho que la obra de Julia “parece hecha por un hombre”, aludiendo a la fuerza que maneja. Esta afirmación, más allá de las obviedades machistas que se pueden deducir, tiene una ambivalencia que se percibe al conocer al artista: uno se enfrenta a una mujer delicada, casi frágil, cálida, sutil. Todos adjetivos que también se adaptan a su obra, pero al mismo tiempo cuesta imaginarla con una motosierra en mano o con un soldador trajinando chapas que le doblan la altura. Sin embargo, para el ojo más cercano, la ecuación cierra: esa fuerza, esa propia vida. Julia esculpe como vive: intensamente.
En estos tiempos, en que tantas veces la novedad es tomada como un mérito en si misma, Julia abreva en lo más clásico de la estética americanista, sin perder de vista su propia expresión. Es un ejemplo de coherencia, prueba de que el arte está allí donde se plasme una verdadera emoción, conjugada con una técnica impecable, lejos de efectismos y juegos visuales. Julia no se conforma nunca. Indaga en los materiales (creo que no ha dejado uno sin investigar), indaga en las formas, indaga en las terminaciones y planteos.
Investiga incesantemente en una tarea continua y empecinada: sin pausa, viene trabajando un lugar de humildad que la hace enorme, con mucho menos de la mitad de lo que ha conseguido en su trayectoria artística y sin embargo, Julia Farjat continúa con la misma intensidad de la primera vez.
Empieza todo los días desde el principio, porque lo hace por el placer de la obra en sí, por el placer del encuentro con el material. Y el material, necesariamente, le responde.
Creo que su enorme fuerza radica en no esconder su sensibilidad, su aparente fragilidad. Radica en asumirla y transformarla en un arma.

Florencia Salas